El viajero: 10 noches en Pakistán



Acabo de llegar de visitar Karachi, Islamabad y Lahore. Por cuestiones de trabajo tuve que visitar este enigmático país al cual se suponía debí visitar el año pasado sin embargo no me había sido posible porque el tramite de la visa es una absoluta pesadilla.  Me tomo casi 14 meses poder obtener la visa de negocios porque tienen el proceso más complejo al que jamás he sido expuesto, aún peor que el de Arabia Saudí. Pero bueno finalmente en mayo de este año me dieron el permiso de entrada y pude ir.

Mi viaje comenzó en Karachi, la ciudad mas grande y capital comercial del país de los puros. Mi primera impresión fue una cuidad como cualquier otra en el subcontinente indio, sin embargo, note que no usan los pitos de los carros excesivamente como en Bangladesh, Nepal o la India. Los hoteles llenos de medidas de seguridad. Lo primero que hice fue ir al restaurante a probar algo local y así fue, comí Carne Keema. Básicamente carne molida con especies locales y al parecer el plato mas popular de la cocina pakistaní porque ofrecían el mismo plato en todos los bufetes a los que fui. Otra cosa que note es que era plena temporada de mangos y son tan buenos como los kenyanos o filipinos, es decir deliciosos.



Al siguiente día lo tenía libre y había ya organizado un tour privado después de mucho buscar en el internet. Como Pakistán tiene una reputación tan peligrosa no hay turismo y por consiguiente hay muy pocas opciones, sin embargo, encontré una agencia que organizo todo para mis actividades turísticas en Karachi y Lahore. El tour consistía en ir a visitar la necrópolis de Makli que es patrimonio mundial de la humanidad, y de camino parar por Chaukhandi (otra necrópolis) y Bhambore, ruinas de un fuerte del primer siglo A.C.

Lo increíble de Pakistán es que tiene mucho para mostrar y no hay nadie viendo ni visitando nada. Es más, ni siquiera los locales sabían de lo que yo les hablaba cuando les decía que había visitado Makli. En los tres sitios yo era el único turista, y por consiguiente los locales se me quedaban mirando como preguntándose quien es este loco. Lo mejor es que todo te lo quieren mostrar y entonces el vigilante con las llaves iba conmigo abriéndome todos los templos y las tumbas, algo que solo me ha pasado en este país.




En Makli por primera vez vi un encantador de serpientes. Sé que hay discusiones sobre las condiciones en que mantienen las cobras y el proceso que llevan para quitarles los colmillos venenosos, pero poniendo eso a un lado, el viejo flautista y encantador en este sitio probablemente el único dinero que recibió ese día (sino es toda la semana) para comer fue los dólares que yo le di. La experiencia fue bastante agitada por que la culebra escapó, el hechizo se debió acabar, y con mi suerte el reptil se dirigió directo hacia mí. Digamos que el conductor con el que iba en dos zancadas estaba de regreso en Karachi.



Antes de regresar a Karachi pasamos por Thatta a visitar la mezquita local. Camino de regreso paramos a comer en un restaurante famoso y ahí fue el único momento en el que me sentí incomodo en todo el viaje. El conductor trato de conseguir mesa en el área familiar (léase donde las mujeres y familias comen) pero como éramos dos hombres solos no nos dejaron entrar y nos enviaron al salón normal. Nos sentamos y pedimos roti y pollo karahi (recomendado). Al poco rato llegaron cuatro hombres y se sentaron en la mesa de al lado, cinco minutos después entro un tipo con una ametralladora y se sentó a comer con los otros señores. Yo quede un como desconcertado lo cual el conductor noto y me dijo que seguramente es el guardaespaldas de alguien. Yo seguí comiendo, pero como es normal en estos países, a los extranjeros se les quedan mirando fijamente, así que me comí todo el karahi mientras el hombre con la ametralladora entre las piernas no me quitaba el ojo. Ya en Karachi tuve mi primera cena de trabajo en un restaurante muy trendy, que podría ser en cualquier ciudad europea, sans vino por supuesto. Esa noche a las 2 de la mañana comenzó mi enfermedad gástrica que duro cinco días, a pesar de los antibióticos y tres visitas al doctor. No sé si habrá sido el hielo en el restaurante trendy, el karahi en la carretera o el susto de la ametralladora, pero digamos que volví a casa y no gane ni un solo kilo gracias a la revancha de Moctezuma a la pakistaní.



En Islamabad no tuve días libres, pero pude visitar la mezquita Faisal entre reuniones, desde afuera porque no dejaban entrar a nadie. Visite el consulado islandés (entre todos los consulados habidos y por haber) en una de mis reuniones y me aloje en el Serena hotel que es una atracción en la ciudad y el mejor hotel de todo Pakistán. Islamabad es una ciudad muy bonita.




Sin embargo, la pièce de résistance de Pakistán es definitivamente Lahore. Para mi suerte en la mañana del vuelo de Islamabad a la capital del estado de Punjab ya me sentía bien, aunque seguía en tratamiento y absteniéndome de toda culinaria pakistaní. En Lahore tuve dos días libres y el primero fue increíble. Para comenzar fuimos (durante todo mi tiempo en Lahore Usman and Zain dueños de bookkaro, la agencia que arreglo todo para mi visita me acompañaron) a la frontera indo-pakistaní a ver la ceremonia de la arriada de bandera. Esta visita fue increíble, era como estar en una final del mundial de cricket entre India y Pakistán. Lo mejor de todo es que a pesar de las tensas relaciones entre los dos países ambos ejércitos cooperan y hacen la misma coreografía de ambos lados, realmente inolvidable. Ya en la noche fuimos al tour de noche del fuerte de Lahore el cual fue también muy especial. El único problema fue que el tour era en urdu, pero afortunadamente Usman and Zain estaban junto a mi para traducir. Y para terminar fuimos a una de las famosas azoteas de Lahore donde sirven comida típica y se ve la mezquita Badshahi iluminada, otra experiencia que no se puede perder cuando se visita la ciudad. Para ese entonces me eché la bendición y comí todos los platos pakistaníes que pude y a los cuales había dicho que no los cinco días anteriores.




Al siguiente día visitamos el hammam real, de nuevo yo era el único turista con mi guía, Usman y Zain, la cuidad amurallada, el fuerte, dos mezquitas, el mausoleo de Jahangir y el jardín persa Shalimar. Quisiera haber tenido mas tiempo para visitar otros sitios, pero lo hare cuando vuelva en febrero (cruzando los dedos). El país realmente vale la pena, la gente es super amable, los sitios increíbles y extremadamente barato. La verdad es que nunca me sentí inseguro o en peligro más que en el almuerzo con la Uzi. Que por cierto no creo que funcionara bien porque el gatillo lo tenía cubierto con cinta de enmascarar. Como en el 2015 cuando visité Irán me fui queriendo volver y sintiéndome muy afortunado de poder ver estos países tan incomprendidos por el occidente.