Murphy y mis zapatos



Esta historia está relacionada con un artículo que escribí hace unos meses sobre las leyes de Murphy. La historia comienza así: Me encuentro en el norte de Noruega, lugar que he visitado en varias ocasiones y que por estos días disfruta de un sol las 24 horas del día debido a su posición geográfica. En varios lugares del hemisferio norte el verano ha entrado finalmente pero por estos lares apenas si se asoma, a pesar de tener luz solar a toda hora (literalmente hablando). Desde que llegué, hoy ha sido el único día que la brisa proveniente del norte me ha dejado salir de la casa, ya que por fin el termómetro se acerca a los 11 grados centígrados lo cual es bastante caluroso para esta área. Así que insistí hasta el cansancio para salir a caminar entre el bosque y visitar un lago que se encuentra a una hora de la casa. Hasta aquí todo iba más o menos bien, tuve un pequeño fiasco a la hora del almuerzo echándole azúcar al arroz en vez de sal, pero bueno afortunadamente no somos de paladar sensible ni exigente.



Así que llegaría la hora de comenzar nuestro skogtur, que es como se le conoce a la caminata por el bosque por estas tierras. El paisaje espectacular, en un fiordo con picos aún nevados y como la brisa había cesado el agua del mar estaba absolutamente quieta. Para hacerse a una imagen parecida, piensen en el paisaje de la novicia rebelde (The Sound of Music) pero con mar y sin oleaje. Caminábamos entre los árboles y por medio de arroyos que bajan de la montaña como consecuencia del derretimiento de la nieve y después de una hora llegamos al lago llamado Kaljordvannet. Como podrán imaginarse bastante idílico el paisaje y yo con mi espíritu de explorador y aventurero insistí en tratar de darle la vuelta al lago. Al pasar la primera cerca, sentí algo extraño en mi zapato izquierdo, miré a ver que era y vi que el zapato estaba totalmente expandido (parecía una mantarraya como pueden ver en la foto), mire la suela y se había rajado completamente.

No lo podía creer, había tenido estas botas por once años, recuerdo exactamente cuando las compré pues fue en vísperas de mi viaje a la universidad en Suiza y las había dejado aquí porque no me cabían en el equipaje hace cuatro años cuando de Noruega me devolvía a Colombia. La verdad es que estaban en bastante buen estado y en Diciembre cuando estuve por acá las había utilizado y estaban en perfectas condiciones. Cualquiera que viera el zapato habría pensado que llevaba semanas caminando o mejor dicho como si de Bogotá me hubiera venido a Escandinavia a pie, porque no sé cómo pero la suela quedo completamente destruida, lo cual no era mayor problema pues tenía más zapatos en la casa, el problema era que como las leyes de Murphy lo dictan, el zapato no se descompuso a cinco minutos de haber salido, ni a cinco minutos de terminar la excursión sino exactamente al otro extremo del trayecto, es decir a una hora de la casa entre la maleza y monte (ya para este entonces no era ni bosque, ni floresta), tenía que pasar cinco arroyos, lo cual me importaba un pepino si eran glaciales o de agua bendita, y los 11 grados de temperatura se asemejaban a 45 de la Dorada, yo solo quería volver a la casa.

Comencé el trayecto tratando de no apoyar mucho la planta del pie sino solamente el talón, pues yo veía como las distintas capas de la suela se iban saliendo y con un palito yo intentaba mantenerlas dentro de la orma del zapato. Me sentía caminando con un yeso y al pasar el primer riachuelo termine con el pie mojado, lo cual es una sensación asquerosa cuando tiene que uno permanecer vestido y no está en sus planes humedecerse. Por supuesto que saltando piedras, cruzando sanjas y todo, lo inevitable paso, la suela se desfundo y quede literalmente con el zapato de tobillera y caminando sobre la media. Afortunadamente en el trayecto no salió ningún alce (muy comunes por aquí) pues sería lo único que me faltaba, tener que salir corriendo con un zapato casi en la rodilla, saltando arroyos y esquivando arbustos con una bestia de más de una tonelada de peso detrás de mí, al parecer Murphy se apiado de mí por esta vez.

4 comentarios:

Alicia dijo...

No sería tan gracioso para los dioses griegos si no doliera, es más te leo y leo la historia de mi vida
así o mas cruel esta vaina llamada destino? .. algun aura negativa manchada de un sarcasmo levemente gracioso...
genial tu blog,, dice: tu nueva lectora empedernida

Atenea dijo...

JAAAAAAAAA!....este si que me hizo reirrrr!...jajajaja...cuanto no hubiera dado para ver eso!!...y agua debio de haber estado helada???!

Zoe dijo...

Querido Prometeo:

A través de su relato, descubrimos una vez más que no somos una especie animal acuática y mucho menos, cuando se llevan zapatos como los suyos, que deciden de forma independiente morir y abandonarlo a su suerte en un páis tan bonito como Noruega. Cuando usted escribió su post, por aquí estabamos ocupados con las elecciones europeas y sus desastrasos resultados. Que la derecha más conservadora haya ganado en casi toda Europa, es un echo tan preocupante como andar entre aguas sin el calzado adecuado.

Un saludo

Prometeo dijo...

Athenea, en inglés dicen "no pain, no gain" que resumiría la dicha de los dioses griegos.... Sarcasmo, digamos que es mi forma de ver la vida.

MB: BUUUURLESE........

Estimada Zoe, no sabia lo de las elecciones, pero bueno en mi caso ya se seco el pie, bote los zapatos y listo. Ojala se pudiera hacer lo mismo con los malos políticos :S